Silencio y escucha en educación

Siri, ese programa que tienen los iPhone y no sé si algún móvil más. Le das órdenes y te hace caso. Un pasatiempos consiste en ponerla al límite. 
La foto que añado se explica fácilmente. No cogía mi voz e iba dando evasivas. Al decirle, en broma, "calla", respondió con lo que se ve.

Lo cierto es que hay muchas maneras en que pueden ser comentadas sus palabras.

1. Callar sí es muestra de educación. Basta con fijarse en cualquier acto público que exija atención. Ahí uno se calla. Si no, se le hace callar. Me viene a la memoria el torneo de Roland Garros, por decir uno. Eso sí, lo piden por favor, como se suele hacer con las personas... Espero que la máquina no esperara eso de mí con ella.

2. Más allá de lo dicho, que es pura anécdota, me servía esto para destacar unos puntos. Recuerdo un tweet de un amigo mío profesor universitario que lo anotaba: de cada clase, el 20% se la pasa uno intentando que haya silencio.

3. El silencio es necesario, pero no es suficiente. Hay que conseguir llegar a la escucha. Una clase en silencio puede ser muy buena o muy mala señal. Una clase vacía está en silencio también. Y una clase de gente escuchando música con los cascos, lo mismo. Recuerdo ahora el comentario de otro profesor: "mis alumnos me regalaban un silencio sospechoso: el de la indiferencia".

4. Lo que se busca en la educación es el silencio del asombro. O, cuando menos, el silencio del respeto. No son silencios absortos, de empanado. Sino silencios activos: concentración. Todo profesor ha experimentado alguna vez -espero- cómo sus alumnos parecen succionar cada una de sus palabras. Para eso se dedica uno a eso. Los niños pequeños hacen eso con sus padres. Siempre.

5. Otro paso es, sin duda, el que el alumno -o los hijos- rompan ese silencio para dar voz a lo que han entendido o piensan, o para la expresión de sus dudas. Ahí se espera el silencio del docente o de los padres. No estoy de acuerdo con abandonar la clase de siempre. A no ser que en ese tipo de clase no se deje hablar a los chicos al final. O al principio. De todo modos, van a aprender algo. Para eso, tienen que estar calladitos (por fuera: y muy activos por dentro) un rato y concentrarse.

6. Ese proceso de escucha-silencio y viceversa parece clave para el proceso comunicativo. Hoy día, en el whatsapp, por ejemplo, se ha roto: todo el mundo escribe a la vez. Puede haber -al menos en apariencia- dos o tres conversaciones en un mismo momento. Al final, hay que ir una a una. Estamos programados así.

7. Compensa volver a escuchar con todos los sentidos. ¡Eso incluye a la postura y la vista! ¡Qué divertidos pueden llegar a ser ciertos adolescentes que simulan no escuchar con el mero hecho de girarse, cuando uno sabe que pasa lo contrario! 

8. El mundo en que vivimos (los adolescentes, con más intensidad) nos llena de música y ruidos y motivaciones audiovisuales todo el día. De ahí que se constate una menor capacidad de concentración en nosotros, y que sea más aguda todavía en los chicos: están en la edad de aprehender la realidad por primera vez. Aprehender: meter dentro de uno.

Y ya que cada cual siga, en silencio.

PD: Mandar callar sí muestra educación, además. La que tiene el que lo manda y la que no tiene el que no calla. Mandar y no pedir. A veces también hay que hacerlo así. No todos entienden que hay que callar por obligación y no por favor. 

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