Tiene ingredientes más que conocidos: la desnudez, la borrachera, el ruido, la madrugada, la obscenidad en las relaciones sexuales y el dinero, que parece dar derecho a decir en todo lugar "aquí estoy yo para hacer lo que me dé la gana".
No se pretende aquí nada más que hacer pensar al lector. Y sacar consecuencias.
No se pretende aquí nada más que hacer pensar al lector. Y sacar consecuencias.
A ver, ¿qué haces tú si entra un tipo en tu tienda vestido con la tarjeta de crédito? (O sea, en pelota picada). Supongo que poner cara de póker. Y, tal vez, si tienes un cartel de "reservado el derecho de admisión", decirle cuatro cosas. O tal vez nada, porque te dé igual: que compre algo y se vaya. Con suerte, quizás logres hasta venderle unos calzones. Aunque no parece buen negocio con un tipo que anda así por la vida.
Bromas aparte, la cosa es que había cosas (bastantes, me parece) que se sobreentendían. Antes. Sí: antes. No sé qué significa exactamente antes: cuándo. Ni cómo éramos antes. O cómo eran. Aquí hay tomate. Si hay que decirle a un tipo que deje salir antes de entrara (no ya que se vista para ir por la calle, y por su casa mismo), mala cosa. Lo bueno es que a uno le hacen reflexionar, estas cosas. Y volver a dar motivos para las cosas.
Se me ocurren -y a cualquiera, me parece- muchas cosas:
- Que aunque uno no sepa explicar bien por qué hace algo que es bueno y va bien, eso no impica que tenga que dejar de hacerlo hasta que logre explicarlo. Los científicos, por cierto, lo saben a la maravilla. Basta con seguir pensando modos. Que algo sea bueno y que uno sepa explicarlo son cosas diferentes. Ej: ¿Por qué amar a mi madre es bueno? Pues mira, coge una silla y espera. Pero sigue queriéndola, ¿eh?
- En un mundo sin límites, qué difícil es ponerlos sin ser molesto. Y, sobre todo, sin que le entre a uno el complejo de tonto. Véase: "a partir de ahora, prohibido ir desnudo por la calle. Entiéndase por calle todo aquello que no es playa. Entiéndase por desnudo...". Quizás la cosa está en ver qué es un límite, y si son realmente malos. Llama la atención que las carreteras en que más se puede correr estén tan limitadas: llenas de vallas. En el desierto no hay ni una...
- Parece que hemos perdido totalmente el concepto de decoro, de pudor, de modestia... en el campo del vestido. Nos quedamos en sexy, que es más cómodo. Es la ropa no-ropa. O sin ropa. Dos hilos... y a correr. ¿Cómo le explicas a un chaval qué es ir desnudo? ¿Van los animales desnudos? En sentido amplio: los hombres de la selva se decoran, se tapan, etc. Tira del hilo...
- Todo este asunto del hartazgo por el tursimo de borrachera, ¿a qué viene? ¿Es sólo algo económico? No. Si no, no nos meteríamos: el turismo da dinero, aunque el comprador vaya cocido y sin más ropa que el propio pelo. ¿Es un tema de costumbres? ¿O más bien de la bondad o maldad de esas costumbres? Maldad y bondad para el sujeto y los demás. "Maldad" y "bondad": esas palabras que no soportamos, como sean en ámbitos tan concretos como estos: "la comida está buena", "ha sido un buen gol". Y ni así. ¿La cárcel de las palabras?
- ¿Qué maneras tiene la gente hoy de divertirse durante el año? La borrachera está muy asumida ya como para tirarse de los pelos. No hablemos, entonces, del verano: tengo más tiempo y menos obligaciones matutinas. En verano, un buen cogorzón y una buena cama. O en el suelo, como el tipo de la foto. Está bien quejarse, pero ¿quién da más al que sólo tiene eso para pasarlo bien?
- Si la comodidad es el único criterio de conducta, a callar el boquino. Desnudo se va más cómodo, salvo por los primeros compases de vergüenza que deben dar al principio. El hombre se acostumbra a todo.
- Si la diversión es lo mismo que la felicidad, estamos servidos: comamos y bebamos (y demás), que mañana moriremos. Y no hablemos de morir, que eso da mal rollo y quita las ganas de divertirse. Así nos va con los anuncios de la DGT y demás: se puede hacer de todo hasta que te mueras, parecen decir. Al límite.
- Vivir una vida al límite es una opción. Pero es una opción artificial y mentirosa: hay que generarla. La vida real no es así, salvo que uno se la condimente, y luego sufra sus consecuencias. Se trata, como me decía un alumno, de hacer de la prosa de cada día, un bonito poema.
En resumen: que la sociedad está viendo que hay cosas malas, y que (o "pero que") hay que llamarlas así. Y no nos gusta, porque eso implica -como sabemos- explicar por qué lo decimos. Y no nos han acostumbrado a pensar así. Es algo así como: "¿Me corriges y me explicas por qué? Vete a la mierda, corre. Yo hago lo que quiero".
La tontería actual (gente borracha y desnuda en la calle, por ejemplo) está llevando a callar la boca a quienes aprueban —porque su sistema mental tiene esas consecuencias— cualquier actuación humana. O sea, que si mi sistema moral dice que yo hago lo que me da la gana, está equivocado, porque hay cosas que dañan: a uno mismo y a los demás.
(Sobre la unión moral-ética y salud, habría que hablar. Ya hay libros, ya. No se trata de decir que algo es malo porque daña la salud, pero el hecho es que hasta en eso se muestra)
¿O qué?
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