¡Luz! (Que pase)

Foto que hice en agosto, en plenas vacaciones. 
La habitación estaba en penumbra (casi-sombra: oscuridad casi total). Y, acabada la sesión que hacía necesaria esa poca luz, nos dispusimos a volver a la normalidad: a abrir la ventana. Una rendija -la que se observa en la foto- bastó para iluminar: el solazo era el que era.

Al ver ese fenómeno, me vino a la cabeza al instante una sencilla (pero no simple) metáfora que he oído y usado muchas veces. La luz como la verdad, y la sala como la persona receptora de esa verdad, del tipo que sea, como uno mismo.

En concreto: que uno tiene la capacidad de cerrarse y no querer entender, no querer ver, y hasta pretender negar la existencia de las cosas por el simple hecho de cerrarse. Tan ingenuo como el chaval que se tapa la cara con ambas manos y se cree bien escondido.

Es aquel mítico "Como no veo, no hay luz". 
Bien, casi siempre será verdad. Pero abre bien, no sea que el sol te sorprenda. No hay peor ciego, dice la sabiduría multisecular, que el que no quiere ver. Los filósofos -algunos- le llaman "apertura a la verdad". Suena aparatoso. Y duele, porque implica muchas cosas. Entre otras, esta: que yo no la creo, sino que la recibo. Que no depende de mí en su ser, sino en su ser recibida. Y así, un rato.


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