Magia y matrimonio (e hijos)

Ha llovido ya bastante desde el día en que pude disfrutar de un programa de David Copperfield, ese mago que tuvo tanto renombre y fama hace unos años.
Duraba 40 minutos y estuvimos la mayoría de tiempo con una única exclamación verbal en la boca:"¡¿cómo narices lo hace?!".

Días más tarde, pensé —en una relación de ideas curiosa— en algunas familias que he ido conociendo con los años. Y caí en la cuenta de que, al ver su recorrido y los frutos de su matrimonio, de vez en cuando se me escapaba la misma expresión: "¡¿cómo lo hacen!?".

Ya todo el mundo sabe que la magia no es tal. Siempre hay truco. Son dedos rápidos (presti-digitación significa eso mismo, de hecho), o espejos, o dirigir la atención donde uno quiere para distraer al personal, etc. Pero lo que parece incausado, es causado. 
La unión de la magia con el matrimonio y la educación de los hijos es, cuanto menos, divertida. 

Es decir, que sería bastante llamativo que alguien pensara algo así como: "Ya, siguen fieles después de 30 años, y sus hijos —con sus más y sus menos— son buena gente... pero es magia...". O suerte. No, señor. No es magia. Ni suerte. Es una colección de cosas muy concretas —la libertad, entre ellas— que dan ese resultado. Son muchos noes que da un gran sí. Agradezco haber conocido a muchos de estos matrimonios, con algún hijo que por momentos parece oveja negra. La experiencia que le transmiten a uno es impagable.

Y no es magia, aunque no deje de ser sorprendente el resultado.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Jose, muchas gracias por compartir tu sabiduría de esta manera tan entendible para todos; no debe de ser nada fácil. Merci, y nos vemos!