Paz en el microcosmos (!)

La historia demuestra que al ser humano le gusta conocerse. Y para ello suele usar comparaciones. En una de esas, algunos pensadores convinieron en que el hombre es un cosmos en sí mismo, pero en miniatura: un microcosmos. 
(paréntesis: "cosmos", del griego "kósmos": orden, limpieza... casualmente, como "mundus" en latín: limpio, de donde proviene "mundo") 

Quizás haya mucho que hablar al respecto, pero no será ahora, que no es el tema. Se trata de hablar de la paz mundial, la que se da en la sociedad y entre las naciones.

¿Y eso?
Eso es que esta mañana he oído una expresión que se me ha quedado grabada y que después he pensado un ratito: "la paz es obra de la justicia". Y tal como va el planeta, uno le da vueltas a las cosas.

No vamos a solucionar el mundo aquí, sin duda, pero tiene su qué la frasecilla. Tampoco expondremos cómo funciona el intelecto y la memoria, pero la asociación de ideas existe. Y de frases. Y me ha venido un fragmento de esta otra, que he depurado en una rápida búsqueda: "No creo en los pacifistas que no luchan consigo mismos por dentro. Porque, queramos o no queramos, todos tenemos que afrontar esa guerra interna, personal, continua."

Para acabar la trenza, una tercera frase ha sido invitada al convite mental: "No logro comprenderme: no hago lo que quiero y lo que no quiero, eso hago". 


La cosa está casi hecha: la paz del cosmos exterior (de las naciones) se dará cuando haya paz en el microcosmos que cada uno de nosotros es. Dicho rápidamente y sin matices: cuando uno está mal, lleva el mal adonde va. Y viceversa. 
Y habrá paz cuando haya guerra: y debe haberla, porque llevamos un pequeño esquizofrénico dentro. Eso es luchar: todos tenemos ejemplos en carne propia. Sin forzar la máquina, podemos reconocer que no siempre estamos en nuestro mejor momento.


(Por cierto que la primera frase la he sacado del Concilio Vaticano II, en general. La segunda, de San Josemaría. La tercera, de San Pablo. Y si alguno quiere más, ahí va una de alguien tan intenso y tan rebelde consigo mismo que San Agustín, que tiene la virtud de servir tanto para la sociedad como para cada uno: "La paz es la tranquilidad del orden": cada cosa en su sitio y, como consecuencia, respirar tranquilo, por dentro y por la calle).

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