Eric Clapton: ese guitarrista inmortal y casi inmoral, de lo bien que toca. Suyas son canciones conocidísimas como Tears in heaven o Layla. Y cientos más.Va a sacar un documental de su gira de 2014 por el "Planes, trains and Eric".
En un momento del trailer, dice: "Si Dios me ha dado un don y no lo estoy compartiendo, es un poco... tricky". O sea, engañoso, difícil. Una situación peculiar, vamos.
Y no es que el bueno de Eric sea un padre de la Iglesia, o un predicador incansable. Pero tiene dos cosas:
a. el conocimiento propio mínimo para ver que no todo el mundo toca como él. Ni mucho menos.
b. el sentido común que dan los años a algunos, al que se suma una humildad difícil de ver, para asegurar que eso -que es mucho, y reconocido- no lo ha hecho sólo él.
Sí: le ha echado horas como el que más, pero ha obtenido un rendimiento mucho más elevado que otros. Entre otras cosas porque ha tenido algo más que una buena genética de guitarrista, si se puede hablar así. Ha disfrutado de un regalo de Dios. Así lo dice él. Y, como tal, ve necesario darlo a los demás. Cosa que le da, explica en el trailer mismo, una satisfacción grande. Y cosa que, además, ve como una obligación.
Como para darle muchas vueltas.
¡Un aplauso para Clapton y para todos los demás hombres que, artistas o no, conocedores de que tienen un don, se dedican a explotarlo y repartirlo como tal: en servicio de los demás! Un buen punto para tener en cuenta en educación.
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