Anécdota que me comentaron. Buenísima.
Hace ya un tiempo, en una clase de lengua, corrigieron un texto y, como repaso, hicieron un pequeño concurso con el ordenador y el proyector y la pantalla y demás TIC. Por cambiar de aires, me decía mi amigo.
Al acabar, a solas, un alumno se le acercó y le dijo, socarrón: "oiga, es usted (Sí: de usted le tratan. No están reñidos necesariamente el respeto y la confianza) todo un innovador". Pocas veces usa, en efecto, la pizarra electrónica: cuando le va a servir para algo más que no tener que copiar él. Comparto la idea, sin duda. Es una opción.
Total, que el chico, de 4 de ESO, le comentó, en tono jocoso, que estaba hecho un hombre tecnológico e innovador. El diálogo que sigue ahora no es del todo literal, pero al 90%, sí:
-¿Tecnológico, dices? ¿Innovador? Pero bueno, chavalote: ¿cómo hablas aún de tecnología y tonterías diversas? ¡Estás desfasado!
-¿Cómo?
-Si ya no se lleva. En educación, ahora se habla de la atención personalizada: de sacar de todos lo máximo. Se acabó hablar de máquinas y tecnologías: ahora volvamos a las personas...
-Pero... eso siempre ha sido así.
Y así se quedó el chico, tan pancho, pensando que, efectivamente, lo único que importaba era que el profesor estuviera, como fuera, pendiente de todos y cada uno, intentando enseñarles algo. O, lo que es lo mismo, que ellos aprendieran. Nadie enseña si nadie aprende, como nadie vende (técnicamente hablando) si nadie compra.
Siempre ha sido así, en efecto.
No perdamos los papeles.
PD: Pongo la foto de los prehistóricos porque tiene tela de verdad el hecho de que no sólo inventaran la escritura (y pasaran a la historia), sino que la enseñaran. Toma del frasco, Carrasco.
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