No sólo ocurre con los móviles, pero también. Y muy a menudo.
La situación es, más o menos, la que sigue.
Un niño (o adolescente, y quizás adulto) se te acerca y, con cara de sorpresa y sin mirarte a los ojos, te grita-pregunta:
-¿Qué móvil es? ¿Hace tostadas?
Y así.
Es el momento de pararse, pararle, mirarle a los ojos y explicarle que estás bien, que has pasado buen día, y que es mejor saludar a la gente y hablar de su vida y estado, más que de sus posesiones. Al menos, en el primer momento.
Es un mínimo de educación, que hemos perdido. Se ha olvidado a veces algo tan sencillo como poner lo personal por encima de lo material. O sea, acordarse de mirar a la cara, saludar e interesarse, ni que sea vagamente, por el día de uno. Más tarde, amarrado ya lo inmaterial, no está nada mal avanzar a las curiosidades materiales, que también somos animales con cosas.
Pues eso: todo un campo de posible mejora.
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