"Ya si eso, te llamo".
"Vale, nos llamamos y tomamos algo".
Y cien más.
Son frases con las que uno queda sin quedar, con lo contradictorio que suena... y es.
Que conste que no me patrocina Estrella Galicia. Pero hace unos días, en Madrid, mientras huíamos del calor como podíamos, unos amigos decidimos tomar una cerveza y unas patatitas.
Y nos las trajeron, previa entrega de el presente cartoncillo que se usa para no ensuciar la mesa. Todo un mensaje.
Nuestra sociedad, que avanzó y avanza con la palabra dada, se viene abajo cuando se resiente el valor que le damos a nuestras promesas.
Basta pensar -ojo al salto- en la fama que tiene el matrimonio. O la vida consagrada. Prometerse. ¡Qué palabra! Comprometerse. ¡Otra todavía peor, que exige dos libertades! Ponerse a uno y a otro delante, en el tiempo, en el futuro: comprometer mi futuro. ¿Comprometerme, yo? ¡Eso limita mi libertad! Claro, en el mismo sentido en que vivir en una casa me limita porque ya no vivo en otra. Pero ese "limitar" es un uso muy peculiar y rebuscado de la palabra. Mejor vivir en una casa que no bajo el puente, cosa que limitaría también en varios sentidos.
Miedo al compromiso, decíamos. Un miedo que está en todas partes. Por el fracaso posible, me imagino. Aquí, un post antiguo al respecto.
Miedo al compromiso, ¿eh? Pues el compromiso -y las promesas- son unas de las cosas que nos diferencian de los animales. El hecho de que nuestro ser no es meramente físico y que, por eso mismo, ha encontrado algunas cosas que tampoco lo son (dos y dos son cuatro, por ejemplo, ya hace mucho tiempo, porque no depende del tiempo).
Y que, imitando a esas cosas, ha visto que podemos surfear por encima de él y afirmar cosas que, en lo que dependen de nosotros, no van a cambiar. No hace falta perder ahora el juicio y dedicarle mucho más tiempo a este asunto. Sólo volver a echar un vistazo al tapetillo para la cerveza que he puesto hoy de foto. Y revalorizar la propia palabra dada: "si quedas, quedas". Educarse y educar en la lealtad: en lo pequeño y en lo grande.
Cerveza y lealtad, claro que sí.
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