Es, por ahora, nuestra única medalla. De bronce. Es una maravilla, caray. Sobre todo por cómo la ganó: remontando, arriesgando, dándolo todo. Además, según uno se mete a investigar un poco, se da cuenta de que, como no podía ser de otra manera, estaba todo más que estudiado y trabajado en duros entrenamientos. Al final, añado unas palabras de su entrenador especialista.
¿Qué podemos aprender de esta campeona? Quizás no su talento innato, que lo tiene, como comentan sus entrenadores. Pero sí su esfuerzo imparable, su capacidad de sacrificio: su echar toda la carne en el asador. Ganó porque supo remontar, porque acabó sin oxígeno y estirando el brazo todo lo que pudo: por una uña, por menos de la quinta parte de un segundo.
Esa mentalidad, bien nos puede venir a todos: darse hasta el final en lo que hacemos. Y me sirve también Belmonte en esto, porque, a día de hoy, también ha dejado de clasificarse para algunas finales. No siempre sale bien todo, pero se trata de intentarlo de verdad hasta el final.
Dicen que no es oro todo lo que reluce: en su caso es, además de su sonrisa, el bronce olímpico, y vale mucho la pena, que ha sido también mucha.
Ahí van los comentarios.
"En varios entrenamientos hizo series de 15 metros nadando sin respirar con unas poleas que podían añadirle hasta diez kilos. Es un ejercicio que ya hacía Michael Phelps con un chaleco de peso. Es duro, pero se nota. Si eres capaz de acelerar sin respirar, si te ahorras sacar la cabeza y girar el cuerpo, la ventaja es considerable".
"Todo parte del talento innato de Mireia y de su capacidad de sacrifico. Para mejorar la patada, por ejemplo, hacemos un ejercicio: el nadador parte del fondo de la piscina en posición de flecha y debe salir a la superficie todo lo que pueda. Algunos no pasan del pecho, pero ella sale hasta las rodillas".
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