A ya pocas páginas del final de "El agente secreto", ese gran libro de Joseph Conrad, el narrador nos regala una joya: una frase que nos va como anillo al dedo; que da que pensar.
"La mente del señor Verloc carecía de penetración. Bajo la errónea impresión de que el valor de los individuos reside en lo que son en sí mismos, no le era posible comprender el valor de Stevie a los ojos de la señora Verloc. Ella se lo estaba tomando endiabladamente a la tremenda, pensó para sí".
Para que se entienda, Verloc es el agente secreto. Su mujer acaba de perder a su hermano, una persona joven -Stevie- con un cierto retraso mental, patente en todas sus actuaciones. El drama se masca en el ambiente. Y entonces aparece la frase citada.
Digo que vale la pena darle vueltas a la frase, porque es un digno ejemplar de un hecho que ocurre muy a menudo: la verdad y sus capas. Veamos poco a poco, dentro de lo que se nos permite en un blog.
El valor de los individuos, supone Verloc, reside en lo que son en sí mismos. En nada, podría deducirse de su reacción.
El narrador, por su parte, corrige su suposición -la llama "errónea"-, y da la causa de su error: "la mente del señor Verloc carecía de penetración"; esto es, por no pararse a pensar, no se daba cuenta de que hay más, de que el valor de Stevie era el que tenía "a los ojos de la señora Verloc".
Aquí hay que pararse un poco, pero sin perder el cerebro.
Se está hablando del valor de un individuo, de dónde reside, y de cómo darse cuenta de ello.
Parece que Verloc se confunde: en eso estaríamos de acuerdo casi todos. Hay por el mundo algunos que no lo ven claro: creen que el valor de gente con disminuciones cognitivas, o del tipo que sea, es menor. Para ellos va la frase del narrador: su "mente carecía de penetración", quedándose en la superficie del asunto, en lo visible.
El problema está en que el giro que da el narrador pensando en la señora Verloc es también, paradójicamente, una muestra de falta de penetración. Algo muy propio de nuestro siglo, por otra parte.
Y ahora hay que agarrarse e ir poco a poco.
El valor de los individuos no está en su capacidad, como piensa Verloc, pero tampoco en lo que son "a los ojos de cualquier señora Verloc". Eso lo haría depender de lo subjetivo: tienes valor porque te lo doy.
El asunto está en dar otra vuelta de tuerca, en bajar a otra capa de la verdad. Porque resulta que, sin querer, el narrador acierta en el modo de decirlo, a la vez que falla en el de vivirlo.
Por pasos. La frase correcta es "el valor de los individuos reside en lo que son en sí mismos". Ni una coma le falta. Son personas humanas, con una dignidad infinita, a pesar de todos los pesares: de su incapacidad actual para actuar o pensar. "Lo que son en sí mismas" implica eso mismo: por ser personas, son dignas. No hay que añadir nada más. Así de fuerte es el valor de la persona.
El fallo está en quedarse en la función y abandonar la dignidad. En quedarse en lo que "son en sí mismas en apariencia" y no bajar a lo que "son en sí mismas en el fondo". O sea, que hay que abandonar el "es en sí misma un síndrome de Down" y pasar a "es en sí misma una persona, con síndrome de Down".
Y hemos llegado al final. La persona es el nombre importante. El adjetivo o adjetivos que les pongas depués, sólo la decoran, para bien o mal, pero siempre accidentalmente. La persona es digna siempre, por el simple -gratuito y querido por Dios, dice el cristianismo: ¡simple!- hecho de ser persona.
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