... es que se encuentre.
Eso me decía un buen hombre, sabio como pocos.
Es un modo de decir que tiene algo de propagandístico: impactante.
Y en ello pensé al ver el video que incluyo en el post.
Un niño que teme a su propia sombra, y huye de ella: labor compleja.
Eso hacen muchos: huir de sus sombras. No reconocer sus errores, vamos. No solo no conocerlos, sino reconocerlos, que es cosa diferente.
Pero ese es el nivel superficial de la frasecilla: lo peor de buscarse es encontrarse.
Luego está el nivel más profundo, más esencial. El personalismo, esa filosofía que trata de la persona y centra en la persona (Dios es personal también) su estudio, nos dice que la cada una de ellas está hecha por amor y para amar. Es alocéntrica, con lo mal que suena esa palabra. O sea: que tiene su centro fuera de sí.
El amor consigue que nuestro centro de gravedad está fuera de nosotros... siendo nuestro. Es paradójico. Ya lo hemos comentado en este blog algunas veces.
Y en este sentido, sí, lo peor que le puede pasar a quien se busca es que se encuentro: el egoísmo no satisface jamás porque estamos pensados para los demás. El egoísta es el eterno insatisfecho que, por eso mismo, tratará de hacer dos cosas: llenar su vida de bienes no personales (o, lo que es peor, de personas usadas como cosas), e intentar que la felicidad de los demás no brille demasiado.
Por eso, los celos y la envidia son dos de los atributos del egoísmo.
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