En el día de los Reyes Magos se espera uno que esos sabios poderosos le regalen cosas. Ya hay quien no conoce la tradición, pero el relato del evangelio de San Mateo es el que se lee hoy en misa. Un trozo del segundo capítulo, que añadiré al final del post, para quien no lo haya leído aún en su vida.
Y de regalos va la cosa hoy. De vez en cuando, me acuerdo de un hecho real que me contaron. Por lo visto, una persona (ya no un chavalillo) le regaló a su madre, en el día de su cumpleaños, ni más ni menos que un clip. La madre lo guarda con todo su cariño, lógicamente.
Y la cosa da que pensar, no solo por el estado de salud mental del sujeto en cuestión (totalmente sano) sino por el porqué de su regalo. Y en la reacción, totalmente natural, de la madre, cuerda como pocas.
Bien pensadas las cosas -y extremándolas, para ver algo de los límites-, ¿qué es lo que más se aprecia en un regalo?
Si tomamos la hipótesis de que es el valor, pronto veremos la tontería de regalar un clip. Lo cierto, sin embargo, es que no, que el valor no es lo más importante. ¿De qué me sirve un viaje a Venecia si sé que me odias o que te sobra el dinero y que ese viaje lo ha comprado tu secretaria, a la que sí quieres? Exagero, sí. Pero es para ver el límite. No está ahí el valor, en lo material.
De hecho, cada día más se oyen comentario de "no me traigas nada de valor"; o, incluso, "no valen cosas materiales", cosa que complica ya más el asunto. ¿Valdría algo un regalo que no fuera material? Depende.
De hecho, cada día más se oyen comentario de "no me traigas nada de valor"; o, incluso, "no valen cosas materiales", cosa que complica ya más el asunto. ¿Valdría algo un regalo que no fuera material? Depende.
Parece que el valor de lo que se regala está más en el quién y en el cómo que en el qué.
Un pastel preparado con cariño durante días vale más que uno comprado en una tienda, por caro que sea. Aunque también puede uno comprarlo con todo el cariño y ahorrando concienzudamente por obtener el dinero para tal finalidad. Eso ya empataría las cosas.
Ya se le empieza a ver el plumero al asunto: el regalo tiene de valor lo que tiene de intención de ser regalo. Es decir, de amor: transformar lo que no tenía más en algo totalmente imprescindible. Y eso, esa intencionalidad, ese amor, es inmaterial... y materializable. Y, de hecho, materializado en una cosa concreta que uno acaba regalando.
Por eso puedo regalar mi tiempo. Puedo regalar una sonrisa. Un poema. Un libro. Y, puedo, clarísimo está ya, un clip porque, como quiero que sea un regalo, lo es.
¡Maravillas de la voluntad libre, cuyo acto propio es el amor, nuestra parte más creadora y creativa!
Así que, sabido esto, basta de preocuparse del precio, y empecemos a preocuparnos en poner amor en lo que regalamos. Eso, por cierto, hará que no den igual ciertos detalles: ahí está -en lo pequeño- el cariño.
Aquí va el fragmento:
"Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino".
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