En un cartel publicitario de la película "La verdad duele" ("Concussion" en versión original) decía, a modo de subtítulo: "La verdad es lo que más fuerte golpea". Lo cierto es que he de reconocer que, pasados los meses, todavía recuerdo bastantes detalles que me gustaron.
"La verdad duele", una película del 2015 basada en hechos no solo reales, sino bastante recientes: el hombre -el héroe, diría- en cuya vida se basa la película, Bennet Omalu, sigue vivo. Tiene la misma edad que el actor que lo encarna Will Smith, 49 años. Añado una foto en que aparecen los dos y el director de la película.
El doctor Omalu fue el primero en descubrir y publicar el descubrimiento de la incidencia de la encefalopatía traumática crónica (ETC).
La película narra el proceso de cómo la verdad puede ser molesta, pero no puede dejar de ser verdad y, por tanto, liberadora: sanadora de lo más profundo.
En nuestro mundo del postureo -una madre lo ha llamado así con gran aplomo y acierto en un discurso a alumnos de 2º de Bachillerato en su acto de graduación- la verdad adquiere el papel de máxima importancia. Nadie es libre lejos de la verdad o a margen de ella.
A lo largo de la película fui tomando algunas notas para darles vueltas. En mayor o menor medida, hablan todas sobre la verdad y sus compañeras. Aquí van.
En los primeros compases, se presenta al protagonista: un médico forense que trata a los muertos con mucho respeto, y con más dedicación de la que se suele dar:
"Si puedo saber cómo vivió podré saber por qué murió".
Una idea sugerente para nuestra época, que esconde siempre que puede la muerte: hablar de la vida de cada hombre como su verdad, y de su muerte como algo no diferente de su vida, que tiene partes pero es una.
Curiosamente, hace nada leí una entrevista en La Vanguardia a Joan Carles Trallero sobre nuestro deficiente modo de morir hoy día, centrándonos solamente en lo traumático y en lo físico, sin explorar lo espiritual y lo emocional.
En ese sentido, el protagonista dice otra frase muy sintomática, mientras trata de explicar la muerte de un paciente:
"Un fallo cardiaco fue la causa pero no la razón".
La verdad poliédrica, con sus múltiples caras: no es lo mismo la causa eficiente (qué le mató) que la causa material (qué cosa material concreta: un coágulo) o formal (en qué forma: taponando una aorta) o final (pegándose un tiro para acabar con sus días). Los hombres, no lo olvidemos, somos mucho más que fórmulas: la sobreingesta de drogas mata; pero solo si llega a darse. Lo que mata es el estado en que alguien se encuentra para llegar a esos extremos.
Entrada ya la película en materia, el doctor, que ha descubierto una gran cosa (no doy más datos por no chafar la guitarra a nadie), necesita el apoyo de la ciencia, que se personifica en un doctor especialista.
La ciencia como garante de la seguridad de la verdad -y validez- de la vida.
El gran gurú al que muestra los datos habla con palabras enmarcables:
"No me gusta. No. lo detesto, pero como científico no puedo negarlo".
Pocas, pero contenedoras de una gran lección: la verdad pasa por encima de las teorías que de ella -del mundo- nos hacemos.
Para acabar, las mejores: un par de frases que muestran la obligación de decir la verdad si uno la conoce, y la relación que tenemos hoy día con ella.
Es sabido -y por eso es muy sorprendente esta película- que nuestros tiempos no son, en principio, muy amigos de la verdad objetiva; es decir, independiente de uno. Que le pregunten a Nietzsche.
Pues en la película se escuchan las dos posturas:
-Mientras (los de la liga de futbol americano, que es a quienes molesta la verdad de la nueva enfermedad) sigan negando la verdad, nada cambiará.-No será verdad hasta que lo digan ellos. Y tendrán que decirlo en voz alta.
Esa relación turbia que siempre ha habido entre poder y verdad, entre economía y mentira. Es solo verdaderamente humano el poder que favorece que la verdad se diga.
La película insiste al respecto en un diálogo breve. La mujer del doctor quiere ayudarle a preparar su intervención en el congreso de la liga de futbol americano:
-No sé qué les diré- pregunta veladamente el doctor. Y su mujer responde:-Diles lo que pasa realmente.
"Lo que pasa realmente": una bonita y bastante exacta definición de "verdad".
En cuanto a la necesidad de decir la verdad, es muy bonita la coincidencia casi milagrosa que ocurre en esta historia. El protagonista se llama, como ya hemos dicho, Bennet Omalu. En la película, la mujer del doctor le dice:
-Omalu. Tu nombre significa. Si sabes algo debes dar un paso al frente y decirlo.
Más adelante, insiste:
"si recibes la verdad, debes decirla".
Al buscar información en internet, vi que el apellido Omalu proviene de "Onyemalukwube", que puede traducirse como "quien sabe, habla".
Eso es, con poco, decir mucho: la verdad nos sobre pasa y se nos ofrece. Por eso duele, porque escapa a nuestro control.
¡Qué importante es esto en educación, además, a la hora de corregir: di lo que ves!
Esta película es, en resumen, una película sobre la importancia de la verdad para cada persona, y sobre el modo que tiene de actuar en nosotros, interpelándonos personalmente, exigiendo que demos la cara por ella, por poco útil o cómodo que parezca.
Muy aconsejable.
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