Al salir de comer -venía de dar clase de historia de la filosofía-, he ido a fumarme un cigarro, solo conmigo mismo. He sacado el móvil para ver qué hora era y luego he superado la tentación de revisar Twitter. Y he pensado una cosa interesante: me ha venido a la cabeza la famosa frase "el saber no ocupa lugar". Y también el final alternativo que solía añadir un amigo: "pero exige tiempo". Me he preguntado si podía añadirse un breve "y esfuerzo". Y he concluido que sí.
Es un tema peliagudo, sobre todo en la época en que nos movemos, en que muchos pedagogos teóricos (y prácticos) parecen buscar con todas sus fuerzas la defensa del juego como método de saber. El niño, dicen, debe divertirse. El niño, añaden otros, aprende jugando.
Estoy de acuerdo, pero hay que matizarlo. Ahí va el matiz.
Ciertamente, el niño aprende jugando. Y debe divertirse. Pero resulta que también aprende cuando no juega. Y también debe hacer otras cosas que no sean divertirse.
El tema de fondo está, quizás, en el esfuerzo, el empeño. El niño no debe más que jugar, debe evitar las clases aburridas y que exijan esfuerzo, porque así no hay quien aprenda. Contra el viejo "la letra con sangre entra", tenemos el moderno "la letra con juego entra". De acuerdo, pero también con sangre. No soy partidario del palo como método de adquisición de conocimiento. Pero sí que lo soy del estudio.
Estudio: esa actividad con la que se puede llegar a saber cosas. Así de obvio.
Estudio: esa palabra que proviene del clarísimo nombre latíno "studium", que viene a su vez del verbo "studeo" que significa ni más ni menos que "empeñarse, esforzarse". Por el sencillo motivo, supongo, de que quienes acuñaron la palabra tenían muy claro que, digámoslo así, el saber ocupa esfuerzo.
Matiz: el esfuerzo puede desaparecer como sensación subjetiva cuando uno juega. Pero ahí está. Por eso parece que Federer no se cansa cuando juega. Pero bien que suda. Es un esfuerzo que pasa inadvertido, porque el amor al saber (sea teórico o práctico) hace que pase a segundo plano. Pero ahí está. Por eso uno se equivoca cuando dice que una actividad que le resulta apetecible (un deporte, un concierto, la lectura de un libro...) no cansa. Digamos, exactamente, que cansa sin notarse. Y que ese cansancio llega cuando la actividad cesa, y viene el cansancio.
Es uno de los resultados de no ser espíritu puro: somos alma-cuerpo. Y cansa más -o tanto- estudiar una hora que correr por un prado. Cuando la sensación no acompaña (cuando no hay juego), el esfuerzo se nota más, y ahí está el problema.
Vistos los resultado actuales, que dicen claramente que los jóvenes llevan peor la frustración (amargo resultado del esfuerzo sin aparente resultado), quizás compensaría revisar si es cierto que haya que buscar con todo el empeño el juego como único medio de adquisición de saber.
Hasta aquí hemos llegado.
Cosas que vale la pena (empezar a) pensar por dejar de consultar Twitter. O, paradójicamente, gracias a consultarlo, otras veces.
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