Vaya por delante que podría poner alguna foto más comprometida, pero no se trata de eso.
El fútbol, ese microcosmos perfecto; ese laboratorio ampliado de la vida. Y, como el deporte rey, tantas otras cosas: la música, la política... Son campos en que me parece que puede advertirse algo así como el deseo de perfección que tenemos los hombres. Esa tendencia (insaciada aquí) al bien absoluto, como dirían los filósofos.
O, al menos, los antiguos. "Nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti", dice San Agustín solo empezar su monumental obra, las Confesiones.
Nietzsche, de vida y pensamiento absolutamente opuesto al de Hipona, lo dice a su manera también: "Todo gozo quiere eternidad".
¿A qué viene todo eso?
A que últimamente se pone de manifiesto a cada día. Pondré ejemplos. El deseo de justicia absoluta: sin error. Basta con pensar en Catalunya. El microscopio con que observamos al cantante famoso hasta que desafina en directo..., momento en que le sentenciamos.
La perfección. En el conocimiento, por ejemplo. Por centrar el tiro. La verdad. La verdad, ese concepto, esa realidad...
Es muy fácil decir que no existe. Tanto, como llamar tontería al juego de cartas cuyo truco no logramos ver, al decir de Larra. Si no sé todo, no existe la verdad. Si yo no lo sé, no se sabe. Si es difícil, es imposible. Si es complicado, lo es para todos y de cualquier modo. Son igualdades que suelen colarse en nuestras mentes, casi sin ser advertidas, y que hacen daño, porque son falsas. Al menos como modo de argumentar.
Y ahora, el ejemplo que quería tratar al principio, antes de dar el salto a lo general.
El VAR, ese video asistente del árbitro (palabra que proviene del latín "arbitror", que es ni más ni menos que juzgar) que quiere ponerse ya en las ligas de futbol. Tanto da en qué lugares se ha implantado ya.
En general, dos posturas imperan: la de los que no quieren que una máquina juzgue porque prefieren que sea un humano (con errores) quien lo haga; y los que sí lo quieren, siguiendo su más justo instinto.
Se solucionarían cosas como la que sigue ahora: ¿es algo penalti al 99%? No. O lo es, o no lo es. Otra cosa es que no lo sepamos con seguridad. A veces habría que preguntar al jugador si se ha tirado. Y así se sabría con total seguridad lo que de hecho ha ocurrido: que no es penalti porque se ha tirado.
Lo más interesante de todo el asunto, y por eso queríamos dedicar unas líneas a este asunto, es lo que se ve en el fondo de todo esto: que no nos gusta lo imperfecto. Lo aceptamos como algo advenedizo. Pero querríamos lo perfecto.
Acabaremos con otra de San Agustín: "Muchos he tratado a quienes gusta engañar; pero que quieran ser engañados, a ninguno". Otra vez en las confesiones...
Y eso no se planea: lo llevamos inscrito en nuestro interior.
Por eso es importante ver fútbol y llamar a las cosas por su nombre. Y ver que a veces uno miente, porque no somos pefectos, por más que tendamos a querer serlo.
Una escuela de vida, el deporte.
PD: Queda por resolver todo: el papel del error... y de la mentira, que no son lo mismo.
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