Quizás se abusa de los paréntesis en el título. La finalidad es que se lea por pasos, como cosas separadas, de más a menos importantes, aunque interrelacionadas.
Por conversaciones que tiene la vida misma, he visto este increíble documental. "Demoledor", me lo ha adjetivado un amigo, y coincido. Una bofetada en la cara con guante de seda. Una patada en la entrepierna con unos preciosos zapatos bien lustrados.
A pesar de que comenzaré por eso, no me interesa comentar el documental. Prefiero que la gente lo vea. (Personalmente, he puesto el vídeo a velocidad doble: ya me ha bastado).
Lo que me interesa es decir algo que puede sonar utópico, pero que ha estado últimamente rondándome por la cabeza. Por suerte, no solo a mí y no solo estos días. Ahí va, sin anestesia: necesitamos construir una nueva cultura, una nueva civilización.
Y ahora empalmo con lo de hoy. Una nueva civilización basada en una teoría del amor que no sea la sueca, la absolutamente individualista.
Los efectos de la sueca están a la vista en el devastador documental.
Cambiémoslos. Cambiemos la raíz.
Es más que interesante el título del documental. Porque, sí, se trata de un gran acierto en la indagación de qué es el fundamento de una sociedad. Es el amor. Podríamos añadir que se trataría de ver qué se tiene por persona. Eso sería más profundo aún, pero esa palabra vende menos. Mucho menos.
Por supuesto, el que está intentando hacer una cultura nueva se encuentra con dos cosas, como mínimo: va en minoría, cuando no solo; y suele ser malentendido, malinterpretado, dejado de lado, escarnecido, y demás.
Me viene a la cabeza ahora mismo el mito de la caverna de Platón: cómo tratan al innovador moral, por llamarle así.
De eso habla tamién -y es uno de los dos fragmentos que voy a citar- al final del documental. Lo hace ni más ni menos que el reconocido sociólogo Zygmunt Bauman:
“No es verdad que la felicidad signifique una vida libre de problemas. Una vida feliz implica tener que superar los problemas (…) Hacer frente a los retos, lo intentas y te esfuerzas. Y entonces llegas al momento de felicidad cuando ves que has podido controlar los retos del destino. Y es justamente esto: la felicidad de haber superado las dificultades (…) lo que se pierde cuando crecen las comodidades”.
Para acabar, citaré ahora un fragmento del documental, que da materia para muchísimos posts, y poco más:
El año 1972 el gobierno socialdemócrata de Olof Palme publicó un manifiesto titulado “La familia del futuro: una política socialista para la familia”, con el cual se pretendían establecer las directrices de la política estatal en relación al concepto tradicional de familia. Este manifiesto establecía que “toda relación humana verdadera se tiene que sustentar en el principio de independencia entre las personas”.
Y ahí ya la hemos liado, porque sí, pero no. Las peores equivocaciones son, en terreno humano, las pequeñas, porque son más difíciles de advertir. El principio de independencia. ¿Sí o no?
Sí porque cada individuo es independiente: puede decirse en muchos sentidos que cada cual tiene su propia individualidad y conciencia.
Pero no, porque cada individuo es naturalmente interdependiente: nacemos de dos personas más, aunque podamos ya no saber quiénes son. Óvulo y espermatozoide, decimos ahora. Que salen, añado yo, de dos personas diferentes a nosotros. Y que siempre se han llamado padre y madre. Hasta hace unos años.
Y si solo es sí, la cosa acaba como en Suecia.
Y si es no... en la esclavitud, que tampoco es eso. El comunismo salvaje también sirvió de ejemplo de a dónde se llega.
Hasta aquí hemos llegado.
Aquí, en el lugar oficial.
Está en youtube también, sí.
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