Este post tiene un origen confuso. Y una cierta densidad.
Lo cierto es que el título presagia lo que es para muchos un tema manido: los regalos.
Pero no. O no solo eso.
Lo cierto es que últimamente he leído varios titulares de artículos sobre el tema y, viendo lo que me dejaron los reyes, me ha parecido que valía la pena comentar alguna cosa.
Pero ha habido más: un librito pequeñito (y grande, en otro sentido) de Romano Guardini que me pasaron en Navidad: "Aceptación de sí mismo", que aquí está online.
Vamos a intentar ver en qué están unidas estas dos ramas potentes. (Spoiler: en la foto, y por eso la pongo).
De los regalos, poco añadiremos, que ya le hemos dado al tema en este blog. Decir, eso sí, que "Regalar", el verbo del que viene "regalo", tiene una etimología algo discutida, por lo que he leído. A pesar de todo, parece que se puede dar por hecho que regalar es provocar alegría o un buen momento (físico o espiritual) en otro. Y el regalo es aquello que genera esa alegría. Dicho queda.
En cuanto al texto de Guardini, su temática es increíble: conviene que te aceptes como eres, porque es la única manera realista de entenderse, de tomarse a uno. Y profundiza de lo lindo, en un análisis filosófico detallado, en los primeros compases. Ahí van dos fragmentos significativos:
A la pregunta ¿ por qué soy como soy? ¿ Por qué soy en vez de no ser? -y todas las demás formasen que se pueda prolongar por las tres dimensiones de mi existencia- no hay ninguna respuesta por parte de mi ser inmediato. Pero tampoco por mi circunstancia: más aún, ni siquiera por parte del mundo en general.
Y algo más adelante:
Todo esto significa: no me puedo explicar a mí mismo, ni demostrarme, sino que tengo que aceptarme. Y la claridad y valentía de esa aceptación constituye el fundamento de toda existencia.
Somos dados, hechos por Amor. Por eso Guardini avanza y concluye, hablando del amor, con esto, precioso:
Pero el amor empieza en Dios: empieza en que me ama y yo me hago capaz de amarle; y Le estoy agradecido por esta primera donación que me ha hecho, y que es: Yo mismo.
Conclusión: yo me entiendo en la medida que comprendo que yo soy un regalo amoroso de Dios amoroso.
Y aquí conviene mirar a la foto otra vez y ver cómo se cierra el círculo: el mejor regalo eres tú.
Solo siendo -sabiendo que lo somos: aceptándolo- regalo uno mismo podemos ser regalo para otro.
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