Ayer vi esta película. Tenía mis reservas al ver el título: es difícil hacer una película sobre una vida de un sacerdote sin que quede o melosa o desfigurada. Lo cierto es que no conocía su vida, y sigo sin saber más que lo que uno ve en la película, que contiene imágenes de la vida real del sacerdote. Al saber que la protagonizaba Mark Wahlberg y que tenía como coprotagonista a Mel Gibson, y que ellos habían pagado todo de su bolsillo, la cosa cambió. Debe de ser buena", me dije. Y no me defraudó.
Lamento hacer algo de spoiler, pero será el mínimo: si uno ve el trailer se entera de todo.
El protagonista, que acabará siendo sacerdote, es todo un ejemplar de hombre actual: peleado con su divorciado padre, dolido con Dios por la pérdida de un hermano pequeño. Los diálogos son duros, pero realistas, al menos en lo que una película puede dar de sí.
Muchas ideas pueden sacarse de la película, pero aquí comentaremos solo una, quizás algo lateral. Compensa verla para tener todo el panel de posibilidades.
El bueno del protagonista se enamora de una chica. Ella, católica, le dice a la primera de cambio que no va acostarse con él. Ni siquiera han empezado a salir. Al final, salen, pero con una condición: Stu va recibiendo catequesis para bautizarse y casarse. Su objetivo primero es acostarse con ella. De eso no hay duda (él mismo lo dice). Pasado un tiempo, la chica cede y se acuestan.
Más adelante, ya ordenado —con el consiguiente drama: ella quería casarse—, hablan dos minutos en la puerta de una iglesia. Y el rector del seminario recibe un chivatazo de un seminarista cuya vida es desagraciada: está allí forzado, pobrecillo.
Y aquí está el tema: en el diálogo entre el seminarista Stu y su rector. El responsable le comenta que le han visto con una chica, con la que sabe que ha tenido un pasado: "ha habido una chica en tu vida antes de venir aquí". Y sigue Stu, con gran entereza, sinceridad y honestidad:
—No quiere nada con alguien que no quiere casarse.—¿Sigues pensando en ella?—Claro que sí. La sexualidad es un regalo de Dios y negarlo es negar algo que Él quería que tuviéramos. Es lo que haces con ella lo que importa.
Vista la vida del padre Stu, no hay que preocuparse por la posible maldad de su respuesta, sino tratar de explicarla para ver qué grandeza conlleva. Sobre todo la última frase.
Amor y responsabilidad.
En esas dos palabras resumía magistralmente Karol Wojtyla —el futuro san Juan Pablo II— toda la moral sexual que predica el catolicismo. Y eso mismo dice Stu. Él piensa en ella, pero de modo apropiado a su situación: "no quiere nada con alguien que no quiera casarse". Ni yo, se sobreentiende. Ha pasado a ser un padre para ella. Todo lo que pase de ahí, ya queda relegado a un segundo plano: "es lo que haces con ella (con la sexualidad) lo que importa".
Abundemos. Hay en ética una distinción entre actos del hombre y actos humanos, entre los que se cuentan los actos sexuales a los que nos referimos. Los segundos —a diferencia de los primeros— son los mediados por la razón: ante un estímulo, se da una recepción más o menos intensa, y luego pienso y actúo libremente en consecuencia. La libertad personal —inteligente y voluntaria— ha entrado en juego. Y, con ella, el acierto y la bondad y la mejora de la persona, o el error y el mal y el empeoramiento personal. Y la responsabilidad.
La digestión es hecha en mí: es un acto del hombre. Mis palabras las digo yo: son actos humanos. (Sé por experiencia que uno puede intentar poner sobre el tapete mil contraejemplos. No pasa nada. Se entiende perfectamente esta distinción, a pesar del ejemplo).
Un hombre absolutamente desatado y llevado por sus pasiones difícilmente piensa: la pasión suele cegar a quien no está acostumbrado a gobernarla según el bien que su cabeza le presenta. Su cabeza. Por eso el título de "Amor y responsabilidad": no busques solamente fuera: es tu vida, y no solamente un orden moral objetivo, que sí existe. Nadie puede suplirte en la decisión final. Dicho con un breve ejemplo: solo uno —y Dios— sabe si, dando un beso, está usando a una chica o no, sea ella consciente o no. Y lo mismo se puede decir a ella. Responsabilidad.
Con su frase, Stu se refiere precisamente a eso: yo sé qué hago con los estímulos sexuales que recibo. Es un error considerar los actos sexuales personales como actos del hombre. Son acciones humanas. Estímulo, reflexión, amor, reacción. Ese debería ser el recorrido. No somos perros, aunque frecuentemente seamos peores, precisamente por no serlo.
Hasta aquí la película.
Pienso que tal vez puede extrapolarse en algún sentido a toda la ética personal. Podrían añadirse —casi repetir— dos cosas: ojo con juzgar a los demás en sus intenciones, y ojo con esperar que otros actúen por ti o, o que es peor, no pechar con la propia responsabilidad después de actuar.
A tirar del hilo.
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