¿Puedes ser fiel a tu mujer, a tu Big Fish?

Dicen algunos que Big Fish es la mejor película de Tim Burton. (Personalmente, prefiero "Sweenye Todd", y parece que Rotten Tomatoes también. Para gustos, los colores.)

En 2023 conmemoramos el vigésimo aniversario de esta joya. 
Ayer pude verla otra vez... pero no la vi, aunque después fue ampliamente comentada con universitarios inquietos en una cena nada inquieta, así que la recordé bastante. Pero mi memoria es limitada, así que recurrí a las notas que, siguiendo una buena tradición, había tomado hacía ya 5 años.
Servirán para comentar dos asuntos. 

Un padre moribundo que cuenta historias a su hijo, que está enfadado vitalmente con él porque le considera un farsante mentiroso y egoísta. Eso sería un resumen posible. 
Vayamos ahora a los dos grandes temas. 

El primero, que se ha convertido ya en un lugar común de las películas actuales, la tormentosa y deficitaria relación padre-hijo. Se sintetiza en una maravilla que comenta el hijo, al referirse a su padre:
Éramos como desconocidos que se conocen muy bien.
Algún día se analizará en esta web algunas películas bajo este concreto prisma: el superhéroe que puede liquidar al megavillano pero no sabe qué hacer para mirar a los ojos a su padre y perdonarle, o ser perdonado. De padres con analfabetismo emocional están llenas las películas actuales. Y de hijos similares, en parte debido a esos primeros, lo mismo se podría decir. 
Digamos solamente que con esa simple frase se dice mucho, si no todo: desconocidos que se conocen muy bien... gente que, sin haber hablado, se sabe uno al otro de memoria, porque hay ojos para ver y oídos para oír. Gente, sin embargo, que ansía haber podido hablar con calma de las cosas importante, y de las irrelevantes; o que echa de menos el calor de un abrazo mudo, o la felicitación por algo bueno, o tantas otras cosas. (La memoria tiene estas cosas: recuerdo ahora una entrada en que hablaba de Zidane, en su 40 aniversario. Por lo visto, su padre tampoco hablaba mucho, pero sí amaba. Ahí lo dejo para quien quiera leer cómo lo cuenta él, en la tercera frase destacada)

El segundo gran tema de la película, quizás el más importante y notorio, es la fidelidad matrimonial. Toda una joya. 
¿Puede un matrimonio ser fiel en los tiempos que corren? Respuesta absolutamente clara y tajante: sí.  ¿Puede lograrlo de cualquier modo? Igual de clara y tajante respuesta: no. Aclaración obvia: como en todo, malita sea. Dejemos que lo explique —lujo asiático, sin duda— el mismo Tomás de Aquino, desde el lejano s.XIII:
“Cuando uno se pregunta por qué la luna se eclipsa, conviene que sea obvio que la luna se eclipsa de hecho: si no, en vano se pregunta uno por qué" (Sentencias metafísicas, lib. 7 l. 17 n. 4.)
Es decir, que, sabiendo que hay matrimonios fieles hoy día, la pregunta no es por la posibilidad de esa fidelidad, sino por el cómo: la manera. (Lo mismo ocurre con otros aspectos como la virginidad antes del matrimonio. Se puede, pero no de cualquier modo.)

Veamos las dos joyas que se pueden oír en la película. 
La primera viene del propio padre. Con aire triunfal, esculpe en el aire cada una de las palabras:
Estoy enamorado de mi mujer.  Y desde el día que la conocí hasta el día que me muera es la única para mí. 
Ahí es nada. Es una película, sin duda. Pero conozco yo a gente así, gracias a Dios. No es, sin duda, una cosa que se dé gratuitamente: hay que trabajarla. La clave —y se dice fácil, lo sé—: lograr que tu mujer sea tu Big Fish: tu gran tesoro por el que has luchado, por el que has renunciado a cosas y personas...

La segunda frase, con la que nos despediremos hoy, es de la mujer con la que supuestamente había tenido un affair. Ya entrada en años, rememora la encantadora figura del marido fiel y, con los ojos puestos en el incrédulo hijo, le explica cómo es su padre:
Para él (tu padre) solo hay dos tipos de mujer. Tú madre y todas las demás. Yo era una fantasía y su otra vida -tú-... tú eras real. 
¡Qué hermosa y sutil unión entre la mujer y el hijo, por el hecho de que alguien sea madre! Su mujer, tu madre, hacía que tú fueras real como ella misma; para el resto de mujeres, la fantasía. 
Vivir en la realidad, no en la fantasía, es signo de inteligencia emocional, tan necesaria para la fidelidad en el matrimonio. Vive en el ahora: trabájatelo. Eres como eres, y ella, igual. 
 


PD: Pensando, pensando... y recibiendo algún que otro mensaje.... me da por añadir una cosa, casi obvia. Y es esta: que si, en lugar de una mujer, tu Big Fish es ni más ni menos que the Biggest of the Fish –de Dios mismo—, la fidelidad es más fácil todavía, porque solo puede fallar uno de los dos: uno mismo. Y existen medios para no hacerlo. Así que... adelante.



Comentarios

Manu ha dicho que…
Felicidades por las más de 700.000 visitas en el blog