Releyendo La Odisea en 2024: Canto II (Mentor y lucha concreta con límites: ayudas para madurar, II)

Resumamos el segundo canto: el palacio del héroe Odiseo se encuentra invadido por decenas de pretendientes de su mujer, Penélope, convencidos de que él ha muerto. Gracias a la ayuda de Atenea, aparecida ahora en forma de Mentor, el joven convoca una asamblea en el ágora para expulsar a los soberbios pretendientes de su hogar.

El Canto II empieza con un detalle que se irá repitiendo: 
"No bien se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, el caro hijo de Ulises se levantó de la cama, vistióse, colgó del hombro la aguda espada, ató a sus nítidos pies hermosas sandalias y, semejante por su aspecto a una deidad, salió del cuarto. En seguida mandó que los heraldos, de voz sonora, llamaran al ágora a los aqueos de larga cabellera. Hízose el pregón y empezaron a reunirse muy prestamente."
¿Cuál es? La diligencia al actuar, la presteza: he decidido y me pongo, sin más dilación, sin más demora, sin esperas que no son prudencia, sino pereza o indecision temerosa. 
Y eso se refleja en su madrugar —¡a quien madruga, Dios le ayuuda!, se dice en cristiano: y pasará también aquí—, y en su pronto actuar
Actuar, una vez pensada la situación y pedido consejo a quien puede darlo: consultada con la almohada, llamamos en castellano a lo que ha hecho Telémaco. 
Actuar con decision y en cuanto se pueda, por más que el objetivo sea lejano. Quizás más todavía por eso mismo. A cuento viene una anécdota de Washington (que le robo a Leonardo Polo en su curso de Ética):
—Hay que plantar árboles.
—Pero los árboles tardan muchos años en crecer.
—Pues plantémoslos enseguida.

De todos modos, queríamos centrarnos en otro detalle importante en esta ocasión. Para que el joven Telémaco madure—y todos nuestros jóvenes contemporáneos de 20 años con él— son precisas dos cosas: que aparezca la figura del mentor, y que uno luche en cosas concretas, con ciertas limitaciones, que son más que útiles: necesarias. En ellas dividiremos este escrito

Vayamos a lo primero: el mentor. 
Méntor —así, en palabra llana— no es una profesión, sino un 
"compañero  del irreprochable Odiseo y a quien este al marchar en las naves había encomendado toda su casa"
Eso sí, después ha dado lugar a la profesión de consejero que te hace sacar tu mejor tú, como diría Pedro Salinas. En el Canto II se ve perfectamente como su papel es el de ayudar y llevar al hijo a su padre, y a ser él mismo un buen padre: a madurar
"A este (Telémaco) le ayudarán para el viaje (en busca de su padre) Méntor y Halitérses, que son compañeros de su padre desde hace mucho tiempo" 
Como ya habíamos apuntado antes, Telémaco debe madurar. Atenea se lo había dicho ya. Ahora vuelve a la carga, "semejante a Méntor", con su figura visible: son palabras de una diosa para despertar al hombre que Telémaco lleva dentro, a punto de estallar. A todo joven le ocurre eso: y para que pase, frecuentemente debe actuar un mentor, que le espabile y le haga reconocer el valor que ya tiene para enfrentarse a su propia vida. Veamos cómo narra la Odisea la arenga motivadora de Méntor, que no tiene desperdicio. Nos permitiremos subrayar alguna expresión para sacarle punta justo después :
«Telémaco, no serás en adelante cobarde ni estúpido si has heredado el noble corazón de tu padre;  ¡cómo era él para realizar obras y palabras! Por esto tu viaje no va a ser infructuoso ni baldío. Pero si no eres hijo de aquél y de Penélope, no tengo esperanza alguna de que lleves a cabo lo que meditas. Pocos, en efecto, son los hijos iguales a su padre; la mayoría son peores y sólo unos pocos son mejores que su padre. Pero puesto que en el futuro no vas a ser cobarde ni estúpido ni te ha abandonado del todo el talento de Odiseo, hay esperanza de que llegues a realizar tal empresa. 
Deja, pues, ahora las intenciones y pensamientos de los enloquecidos pretendientes, pues no son sensatos ni justos; no saben que la muerte y la negra Ker están ya a su lado para matar a todos en un día. El viaje que preparas ya no está tan lejano para ti, y es que yo soy tan buen amigo de tu padre que te voy a aparejar una rápida nave y acompañar en persona. 
Conque marcha ahora a tu casa a reunirte con los pretendientes; prepara provisiones y mételas todas en recipientes, el vino en cántaros, y la harina, sustento de los hombres, en pellejos espesos. Yo voy por el pueblo a reunir voluntarios. Existen numerosas naves en Itaca, rodeada  de  corriente,  nuevas  y  viejas;  veré  cuál  es  la  mejor  y  aparejándola rápidamente la lanzaremos al ancho ponto. 
Quisiéramos hacer una breves observaciones sobre el precioso consejo inicial, cargadísimo, de Méntor: 
Primera: Méntor —el mentor por excelencia— no se corta un pelo y dice —porque ama al crío y es "buen amigo de tu padre"— las cosas por su nombre: estás siendo cobarde y estúpido: te dejas llevar por el miedo y no piensas. Son dos cosas malas. Es más que oportuna la referencia, católica, a un texto de San Pablo. Ahí va, en su segunda carta a Timoteo (4, 1 y ss.):
Querido hermano:
Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.
Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Segunda: la referencia positiva a su padre, que hacía bien las cosas que Telémaco aún no: obras y palabras buenas: lo contrario de la cobardía, que lleva a no obrar, y la estupidez, que no permite pensar o hablar bien.
Tercera: una toma de posición confiada en las posibilidades del joven. La esperanza, el único motor de la humanidad: el futuro bueno como fin de las acciones. El mentor tiene que ser —el padre (y la madre: familia entera) está ya presupuesto en esta labor— un potenciador de futuros: debe decir al joven: "eh, que vivir vale la pena; pena muy real, por la que tendrás que pasar: adelante: sé un hombre". 
Cuarta: abandona las voces agoreras de quienes te quieren niño manejable para siempre, no hagas caso de los que quieren que no luches, que no lo intentes, que seas un irresponsable: son enloquecidos esos hombres, por poco sensatos y justos.

Con la quinta y última observación, podemos pasar a la segunda parte: para madurar, conviene realizar acciones concretas, como Méntor aconseja.
Acciones a las que se llegará con mandatos sobre uno mismo, que tantas veces parecerán negativas, porque lo serán en su expresión: "no hagas eso", "deja de hacer eso". 
Acciones que, además, requerirán esfuerzo, si buscan bienes valiosos, costosos.

Vayamos por lo primero otra vez: los límites
Tengo que reconocer que, en este punto, me he sonreído al acordarme de mi padre. Porque para hablar sobre los límites —las normas negativas— se me venían a la cabeza dos textos, de muy diferente índole. Una es ni más menos que una de las canciones de Serrat que escuchábamos en casa de vez en cuando. La segunda, un texto de Leonardo Polo, de nuevo.

La canción de Serrat,"Esos locos bajitos", es todo un tratado resumido de pedagogía. No sé si ha tenido hijos y qué tal le ha ido con ellos, pero lo que en la letra refiere es toda una declaración de intenciones. 
Por supuesto, al leerla uno se queda con el estribillo: contundente. Pero todo lo demás da en el clavo. 
A los chicos hay que señalarles límites claros: 
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca
Y no por no pasarlo mal uno, sino a pesar de ello (cuesta, ese corregir) y por su bien. Serrat lo dice muy bien. 
Esos locos bajitos que se incorporan
Con los ojos abiertos de par en par
Sin respeto al horario ni a las costumbres
Y a los que por su bien, hay que domesticar
Dejemos aquí la canción y la letra, para que cada cual vea qué le sugiere. Eso sí, con algún subrayado a modo de pista.


A menudo los hijos se nos parecen
Así nos dan la primera satisfacción
Esos que se menean con nuestros gestos
Echando mano a cuanto hay a su alrededor
Esos locos bajitos que se incorporan
Con los ojos abiertos de par en par
Sin respeto al horario ni a las costumbres
Y a los que por su bien, hay que domesticar

Niño
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma
Nuestros rencores y nuestro porvenir
Por eso nos parece que son de goma
Y que les bastan nuestros cuentos
Para dormir...
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
Sin saber el oficio y sin vocación
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
Con la leche templada
Y en cada canción

Niño
Deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca

Nada ni nadie puede impedir que sufran
Que las agujas avancen en el reloj
Que decidan por ellos, que se equivoquen
Que crezcan y que un día
Nos digan adiós...

Si acudimos ahora al texto filosófico de Polo, largo y algo más difícil, perderemos al lector. Aun así, compensa el riesgo: es un bien arduo, ejemplo de lo que justo aquí explicamos:  
¿Por qué casi todas las normas morales son negativas? La forma negativa es adecuada para la libertad. Una norma prohibitiva deja un campo mucho más amplio que una norma positiva, siempre que no se trate de aquello a lo que el hombre se dirige en último termino - al amor irrestricto -. Decir: "no hagas esto" deja un amplio espacio para decir: "haz". Una restricción particular constriñe menos el ámbito de las acciones que un imperativo categórico global. Los proyectos posibles son tan abundantes que rebasan la planificación general. El futuro es más amplio que el presente. La formulación negativa expresa la siguiente advertencia: "si haces eso, adquirirás un vicio"; "no debes hacer eso porque te destrozas a tí mismo". Pero como lo que debes hacer y no te estropea, sino que te mejora, son muchos actos, estás en magníficas condiciones para actuar. Por consiguiente, conculcar una norma moral es un empobrecimiento de la condición humana, que para no abdicar requiere tanto la coherencia entre sus actos como la rectificación de los errores prácticos. 
La pretensión de que las normas morales sean predominantemente positivas es una equivocación propia del racionalismo moderno. No cabe pedir: "presénteme usted un elenco completo de reglas". La normatividad moral no es un reglamento, porque la libertad se lleva mal con los recetarios, que son más bien rutinas, y el hombre está llamado a más, como se desprende de la noción de voluntad nativa. Una potencia pasiva no se desencadena de un modo automático, como las tendencias animales. La voluntad empieza a actuar en virtud de lo que se le presenta; pero al adquirir hábitos la libertad entra en escena y las modulaciones de la acción humana son enormes. 
El hombre es un ser eminentemente activo porque es un ser llamado a un crecimiento irrestricto; por tanto, la pretensión de encauzar la propia vida por raíles consabidos, o normas morales positivamente obligatorias, no va bien con el ser humano. El ser humano está hecho para crecer, para ser cada vez más activo, no para cumplir reglas. La norma moral debe asegurar que el hombre no decaiga, y a eso se refiere la mayor parte de las normas morales: "no hagas esto porque si lo haces entras en pérdida". Las normas morales tienen un carácter antientrópico: la entropía es característica de sistemas cerrados, pero el espíritu no es un sistema cerrado. Con todo, un sistema abierto puede caer en un régimen de entropía (los vicios), y ello ha de ser prevenido por la norma. 

Acabemos con lo segundo que queríamos señalar sobre las acciones concretas que permitirán madurar al joven: su dificultad
Antes de empezar a hablar de objetivos difíciles, no está de más señalar brevemente algo importante: lo básico es que los objetivos sean buenos, no difíciles. Dicho de otro modo: el hecho de que sean arduas no es algo que se elija. Al joven hay que prepararlo para ello.
Es un cliché antiguo citar a Pablo Sarasate (1844-1908), porque los chicos ya no le conocen: pero mejor que no le perdamos de vista. 
"He practicado 14 horas diarias durante 37 años y ahora me llaman genio”
De todos modos, vayamos a uno más cercano, que destacó no en el violín sino en la raqueta: Roger Federer
Este año mismo fue invitado a pronunciar un discurso en la clausura del curso de Darmouth, una universidad americana. Aprovechando su autoridad como tenista, proclamó a los cuatro vientos algo que puede resumirse —en inglés, al menos— en cuatro palabras:
Effortless is a myth.

No deja de tener gracia el motivo de su estancia en la universidad: la hija de quien fuera uno de sus primeros mentores se gradúa, así que ¿qué mejor que hacer a su vez de mentor y aconsejar con toda su experiencia?
Aquí, el discurso: 


Quisiera añadir, a modo de gran añadido, una conferencia de Diego Blanco. No podemos obligar a nadie a verla, pero con eso está todo dicho. Se trata, como el título mismo sugiere, de un posible manual de supervivencia en esta batalla cultural en que estamos inmersos. 
Los de ya cierta edad, con armas. 
Los jóvenes, en paños menores. 
De armarles y que se defiendan se trata.


Para todo esto, y lo que cada uno piense, da de sí el Canto II de La Odisea.

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