Releyendo La Odisea en 2024: Canto III (Enseñar a desear a los jóvenes los bienes verdaderos: la verdad, la amistad verdadera y nobleza )


Hagamos un resumen breve del Canto III. Telémaco había partido a buscar a su padre. Néstor, anciano amigo que combatió en Troya,  recibe hospitalariamente a Telémaco y a Atenea bajo la forma de Méntor (de quien ya hemos hablado), y narra lo que ocurrió a los griegos —pero no a su padre, Odiseo— al volver de Troya.  Ofrecen un sacrificio. Un día más tarde, Telémaco se dirige a Esparta junto a Pisístrato, hijo de Néstor. Al hacerse de noche, se desvían a Feras, donde vive Diocles.

De este canto pueden extraerse como mínimo tres valiosas lecciones.

Vayamos a la primera: la verdad
Por la naturalidad con que se repiten, pueden pasar inadvertidas, como las pequeñas fresas al borde de un camino.  
A mitad de canto, Atenea (en forma de Méntor) aconseja a Telémaco cómo comportarse con Néstor.  No abundaremos aquí de nuevo en la imperiosa necesidad de abandonar de una vez por todas la adolescencia y sus miedos para hacerse un hombre. Pero tiene su gracia que sigan diciéndole una y otra vez que ya es mayorcito. Tomemos nota: no basta con una vez. Los adolescentes necesitan que se les repita a menudo lo que a menudo olvidan. Hasta que ya no lo necesitan más: cuando lo incorporan a su vida y, por eso mismo, son adultos en ese aspecto.Pues bien, una de esas advertencia, que luego se repite casi literalmente, es esta, que más tarde el mismo Néstor le hará, esta vez, en referencia a Menelao, de rubia melena.
"Ruégale para que te diga la verdad; mentira no te dirá: es muy discreto"
Busca la verdad. Ese es el consejo. Ya es tiempo de que la sepas. No la rehúyas. El propio Telémaco, cuando haga este ruego a Néstor, dará el porqué de su petición: 
"Y no endulces tus palabras por respeto ni piedad, antes bien cuéntame detalladamente cómo llegaste a verlo"
En otras palabras, que para que un adolescente madure y sea un joven y luego adulto hay que perder el respeto insensato a ofenderle y dañarle: la vida es como es y en ella vivimos. Con toda la prudencia que haga falta, conviene ponerles en la realidad de la vida. Hay que decir la verdad a los chicos: si no, se alimentarán de otra cosa que no sea la verdad, y eso es siempre indigesto. La realidad es la que alimenta y cura, aunque a veces haya que aprender a masticarla primero. Así, a los chicos, si se les quiere maduros, hay que empezar a decirles cosas del estilo "Mira, no sabes hacer esto, o no tan bien como crees", así, sin tapujos. O "mira, te has equivocado porque eres poco espabilado". O "tu padre o tu padre o tu hermano han hecho tal y tal cosa", o "en el mundo hay personas que tal y cual". O "esto que te preocupa es una tontería: y deberías preocuparte más bien por esto y lo otro, que es mucho más importante".

Y hay que hacer eso por un motivo, que La Odisea se ocupa de decir en las dos ocasiones: 
"porque es muy discreto" 
La palabra griega es πεπνυμένος, que se traduce también por "estar consciente, en plena posesión de sus facultades. Una persona discreta es la consciente y en plena posesión de facultades: eso es un tipo maduro, entre otras cosas. 
La otra cara de decir la verdad es dejar que se la digan a uno, qué duda cabe. Y cómo cuesta. Sobre todo cuando no se capta el cariño en la voz de quienes quieren ayudar diciéndola. La verdad no hiere, sino que sana. Pero la jeringa puede hacer mucho daño, aunque lleve una salutífera sustancia. Eso hay que tenerlo en cuenta. 


La segunda lección es el valor de la amistad verdadera, que no mide y, en su generosidad, lleva a hacer cosas grandes por aquellos a quienes se ama de modo a veces impetuoso. 
Atenea, bajo apariencia de Méntor, habla con Néstor, que acaba de ofrecer a Telémaco hospitalidad nocturna en su casa (con palabras preciosas que aconsejo leer). 
"Has hablado bien, anciano amigo. Sería conveniente que Telémaco te hiciera caso. Así, pues, él te seguirá para dormir en tu palacio, pero yo marcharé a la negra nave para animar a los compañeros y darles órdenes, pues me precio de ser el más anciano entre ellos. Y los demás nos siguen por amistad, hombres jóvenes todos, de la misma edad que el valiente Telémaco".
Los que componen la tropa, los que llenan la nave, son jóvenes todos. Y por amistad, y no por profesión, siguen a Telémaco: quieren ayudarles. Así pues, el más anciano les guía, para que su ímpetu no sea la única brújula en su actuar: el prudente guía a los que tiene más fuerza para actuar, de modo que se consigue un tándem maravilloso. 
La amistad es un arma de ayuda masiva. Y, bien llevada por quienes tienen experiencia, puede sacar de apuros a muchos jóvenes. ¡Cuántas experiencias de amigos que, bien guiados con naturalidad, sacan de pozos oscuros a otros amigos, acudiendo sin dudar y acompañados en la ayuda de quien lo necesita y tal vez no lo pide! Es otro papel de los adultos. 

La tercera enseñanza que podemos sacar del Canto III  es el valor auténtico de la nobleza, muy superior al meramente útil (y muy útil a veces) de la salud y del dinero. Néstor, cuando ya ha partido Atenea en forma de águila, dejando lógicamente sorprendidos a todos, dice: 

Soberana, seme propicia, dame fama de nobleza a mí mismo, a mis hijos y a mi venerable esposa y a cambio yo te sacrificaré una cariancha novilla de un año, no domada, a la que jamás un hombre haya llevado bajo el yugo. Te la sacrificaré rodeando de oro sus cuernos.
¡Qué sibilina lección de un padre: pedir a los dioses, a quienes valoraban de verdad, nada más que la nobleza para uno y para su familia! 
La nobleza no es fácil de definir. Así lo hace la RAE
f. Cualidad de noble.
Sinónimos: honradez, honestidad, sinceridad, lealtad, bondad. Generosidad, desinterés, magnanimidad, altruismo. Distinción, señorío, majestuosidad.
Sea como fuera, son algunas de las actitudes y bondades de carácter que seguimos valorando desde el s. VIII a. C. El cristianismo, por su parte, no ha hecho sino potenciar su bondad. 
Es uno de los bienes invisibles que más se notan en el carácter de las personas. Por mucho que ese palabra está por desparecer, es, sin duda, una característica que hace iluminadores a quienes la tienen. Más vale la honestidad que el dinero. 

Seguiremos. 


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