Educar: ¿enseñar a pescar o dar peces? (Bonita falsa dicotomía)

Fue Confucio quien lo señaló: 
“Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”.

Tiene razón Confucio. Pero no toda. 
Sí, claro que la tiene: es brillante. 
Frente al simple dar de comer, ve —y va— más allá. Es bueno dar de comer, pero no te quedes en el fácil "te doy pescado y así te acabas con tu hambre". He aquí el punto de Confucio: todos somos capaces de autoabastecernos. Vale más capacitar al otro —despertar sus posibilidades: ser catalizador— que solo dar de comer. 

Pero... lo malo es que comerá peces siempre. Y siempre dulce, cansa. Cuánto más siempre pez. 
Lo malo es, también, que si se encuentra extenuado —basta con que esté muy hambriento— es posible que no pueda ni sostener la caña, ni lanzar la red, ni nadar, ni atender lo que dices, ni verte siquiera. 

Sobre las falsas dicotomías ya escribimos en su momento, así que basta con decir que aquí se esconda una preciosa, al alcance de toda inteligencia. 
No se trata, en efecto, de enseñar a pescar o dar peces, sino, probablemente, de enseñar a pescar mientras das peces (que tal vez luego te devolverán, y con creces: a veces resulta que el nuevo pescador es mucho más cosechador que uno mismo). Hay quien ni se para a dar pez al que se muere de hambre. Por ahí habría que comenzar.

Hay, además, un añadido muy interesante. Porque se presupone. ¿Acaso es lo mismo pescar que enseñar a pescar? La metáfora de Confucio se usa habitualmente en el ámbito educativo e intelectual, y no solo en el de las necesidades básicas en caso de hambre. 
Todo el mundo (que sabe leer) sabe leer. Pero, ¿sabe todo el mundo enseñar a leer? 

¿Qué tiene de particular la actividad del maestro, del profesor?
Cualquier alumno sabe que no todos los profesores son buenos. Quizás lo ha vivido en sus carnes. Lo han sufrido. No todo experto en algo es experto en enseñar a otros ese algo. No todo gran futbolista ha sido gran entrenador. No todo gran físico es maestro de física. 
En otras palabras: no es tan fácil enseñar a pescar. Hace falta, además de saber pescar, saber enseñar: capacidad de comunicación, y paciencia, y capacidad de no querer brillar, sino de hacer brillar. Y muchas otras cosas. 
Quizás deberíamos valorar más a los profesores y maestros y entrenadores y, en general, a quienes capacitan a otros, seguros de que su papel no es el principal, sino el del alumno, que ni siquiera es suyo, sino de la verdad. Ahí está el objetivo de toda educación.

Cierro con una sabia consideración motora de san Josemaría, muy aprovechable siempre, y especialmente en los inicios de curso:

Profesor: que te ilusione hacer comprender a los alumnos, en poco tiempo, lo que a ti te ha costado horas de estudio llegar a ver claro.

Ilusión que solo tiene quien sabe que no es él a quien se busca, sino a la verdad.

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