Releyendo La Odisea en 2024: Canto VI (Sobre el matrimonio y la familia)

En el Canto VI de la Odisea, Odiseo (Ulises) llega a la isla de los feacios después de sufrir un naufragio. Exhausto, se queda dormido en la orilla tal cual nació. La princesa Nausícaa, hija del rey Alcínoo, es guiada por Atenea en sueños para ir a lavar ropa en el río cercano, donde encuentra a Odiseo. Pese a su apariencia más que desaliñada, lo ayuda: le da ropa limpia y lo guía a la ciudad, donde le aconseja cómo ganarse el favor de sus padres, los reyes de los feacios. 

Destaquemos tres aspectos en este canto. 

El primero: la hospitalidad y el respeto hacia los extranjeros. Es algo obvio, a pesar de que hay fragmentos en que se diga que ciertos pueblos tengan el deseo de no ser visitados porque se creen superiores. 

En segundo lugar, el pudor, algo natural en el ser humano. Liso y directo: el desnudo es humano, porque no es un simple animal. Los animales no van desnudos porque no van vestidos. El desnudo tiene sus momentos. Y hay otros en que es mejor ir vestido, del modo que sea. 
Paso a paso. 
Odiseo, agotado por al tempestad, ha dormido al resguardo de unos arbustos cualesquiera. Ya de mañana, le despierta el griterío de unas chicas que están ni más ni menos que jugando con una pelota: ¿será una preciosa alusión al fútbol? Juzgue el lector:
Apenas las esclavas y Nausícaa se hubieron saciado de comida, quitáronse los velos y jugaron a la pelota; y entre ellas Nausícaa, la de los níveos brazos, comenzó a cantar. (...) La princesa arrojó la pelota a una de las esclavas y erró el tiro, echándola en un hondo remolino; y todas gritaron muy recio.
Es todo plenamente femenino old school, como mínimo: chicas que juegan... y cantan a la vez. Y gritan "muy recio" si una falla. 
De hecho, como ya habíamos dicho, Odiseo se despierta a causa de esos gritos. ¡Y cómo tenían que ser, visto el pensamiento que provocaron sobre su origen!
 —¡Ay de mí! ¿Qué hombres deben de habitar esta tierra a que he llegado? ¿Serán violentos, salvajes e injustos, u hospitalarios y temerosos de los dioses? Desde aquí se oyó la femenil gritería de jóvenes ninfas que residen en las altas cumbres de las montañas, en las fuentes de los ríos y en los prados cubiertos de hierbas. ¿Me hallo, por ventura, cerca de hombres de voz articulada? Ea, yo mismo probaré a salir e intentaré verlo. 
Y salió a ver, pero no de cualquier modo: se tapó lo que debe ser tapado.
Hablando así, el divinal Odiseo salió de entre los arbustos y en la poblada selva desgajó con su fornida mano una rama frondosa con que pudiera cubrirse las partes verendas. Púsose en camino de igual manera que un montaraz león, confiado en sus fuerzas, sigue andando a pesar de la lluvia o del viento, y le arden los ojos, y se echa sobre los bueyes, las ojevas o las agrestes ciervas, pues el vientre le incita que vaya a una sólida casa e intente acometer al ganado; de tal modo había de presentarse Odiseo a las doncellas de hermosas trenzas, aunque estaba desnudo, pues la necesidad le obligaba. Y se les apareció horrible, aleado por el sarro del mar; y todas huyeron, dispersándose por las orillas prominentes.

No todas huyeron. Pero Odiseo, prudente y hombre, sabía qué no debía hacer "vestido" como iba. Permanecería lejos de las mujeres, por natural vergüenza. Y desde la pudorosa distancia, le pediría con qué vestirse, y ayuda para todo lo demás.  

Odiseo meditaba si convendría rogar a la doncella de lindos ojos, abrazándola por las rodillas, o suplicarle, desde lejos y con dulces palabras, que le mostrara la ciudad y le diera con qué vestirse. Pensándolo bien, le pareció que lo mejor sería rogarle desde lejos con suaves voces, no fuese a irritarse la doncella si le abrazaba las rodillas.  
Al final, recibe su ropa, lógicamente, gracias a un bonito y elegido discurso, por el que Nausícaa puede fácilmente entender que no tiene delante —pese a su aspecto— a un monstruo marino o a un ser humano animalizado, sino a un desventurado que apenas acaba de salvar la vida y le pide ayuda. 


El tercer y último aspecto que queríamos comentar es el papel que se le presupone a la familia en el discurso recién citado de Odiseo. Es breve, y puede fácilmente escaparse la gran verdad que se dice en pocas palabras. Ahí va:
Y los dioses te concedan cuanto en tu corazón anheles: marido, familia y feliz concordia; pues no hay nada mejor ni mas útil que el que gobiernen su casa el marido y la mujer con ánimo concorde, lo cual produce gran pena a sus enemigos y alegría a los que los quieren, y son ellos los que más aprecian sus ventajas. 
"Marido, familia y feliz concordia". 
Familia: lugar donde ser amado por quien eres, donde crecer sano, donde caer muerto, donde ser uno mismo. Y mucho más.
Y concordia. Llama la atención lo visual del origen de esa preciosa palabra: con-cordia, un mismo corazón. No una misma cabeza solo. Se refiere la palabra en griego a la phrónesis, o prudencia. Pensar profundamente lo mismo: con unidad de mente y sentimiento, dice en la definición. ¡Qué buena definición de qué es un matrimonio que se lleva bien! Para eso, diálogo: hablar y escucharse. En momentos adecuados. 
 
¿Quién debe gobernar la casa, por eso mismo? "Marido y mujer con ánimo concorde". 
¿No son eso lecciones buenas para el siglo XXI... y cualquiera? 
No hace falta decir mucho más, salvo lo que el mismo Odiseo señala: el fruto de ese gobierno concorde de marido y mujer: "gran pena a sus enemigos y alegría a los que los quieren, y son ellos los que más aprecian sus ventajas"

Conviene proteger a las familias, y es un bien deseable, ese tipo de matrimonio.








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