Una muy clara de Heráclito, el Oscuro (y de J. S. Mill, ya que estamos)

Heráclito, el Oscuro. El filósofo de Éfeso anterior a Sócrates de importantísima doctrina acerca de la cambiante realidad y la Razón que la ordena.
Por lo visto, le gustaba hablar de modo casi incomprensible, con aforismos magníficos, cargados de sabiduría, para quien sabía verla. 
Pero no todos son oscuros. Algunos se nos muestran claros como la luz del día.
Es sabido que no se conservan libros enteros de este filósofo presocrático. Algunos colegas de profesión, por ejemplo aquel a quien santo Tomás de Aquino llama por antonomasia "el Filósofo" a secas —o sea, Aristóteles— citaron su pensamiento. 
Ahí va el fragmento que nos cautivó, entresacado de la Ética a Nicómaco:
ὄνους σύρματʹ ἅν ἑλέσθαι μᾶλλον ἢ χρυσόν (ónous syrmat' han helésthai mâllon e chrysón). "Diferente es, pues, el placer del caballo y del perro y del hombre" según dice Heráclito, que los asnos elegirían la paja antes que el oro; pues para los asnos el alimento es más agradable que el oro.  
Lo mismo señala J. S. Mill en Utilitarism, ese libro que tan influyente fue y sigue siendo:

"It is better to be a human being dissatisfied than a pig satisfied; better to be Socrates dissatisfied than a fool satisfied."

En español, suele traducirse como:

"Es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho."

Y sigue con gran sabiduría de deducción: 

"And if the fool, or the pig, is of a different opinion, it is because they only know their own side of the question. The other party to the comparison knows both sides."

que, en español, queda así: 

"Y si el necio, o el cerdo, opina de otro modo, es porque solo conocen su propio lado de la cuestión. La otra parte en la comparación conoce ambos lados." 

Todos dicen lo mismo, desde dos caras: el hombre preferiría lo suyo antes que lo de los animales. Y quien no, es porque no lo conoce. Pero ¿qué tipo de hombre? Porque los hay —todos los conocemos— que quieren y usan los placeres de los animales. Lo cual nos lleva a la sencilla reflexión sobre la educación del gusto en las diversiones y en los placeres (la templanza). O, en otras palabras, a diferenciar entre placer (instantáneo y fugaz) y satisfacción profunda

Sobre eso ya escribimos algo por aquí, que recomiendo leer. Así que basta con añadir alguna idea sobre cómo educar en ese sentido. Solo se me ocurren dos. 
Primera: haciendo reflexionar a los chicos después de las acciones que queremos promover o limitar. No dejar que se queden en lo que han hecho o ha pasado: con gracia, hacerles pensar en cómo se han sentido y por qué. Y ayudarles a pensar bien y a fondo. 
Segunda: potenciando —haciendo con ellos— acciones del tipo que queremos promover; y, en lo posible, decir que no a otro tipo de acciones que queremos evitar. Atreverse a decir que no. Y razonar esas negativas. "Querría que no fuera tan egoísta": haz con él algo de voluntariado. "Ojalá no volviera tan tarde": pon normas eficaces.... cuanto antes. 

La sensibilidad se educa, de modo que el hombre bien formado disfruta sensiblemente haciendo el bien, y no solo con su voluntad o su inteligencia. Y, por tanto, no es cierto que se abstenga de según qué placeres aunque en el fondo querría. Se abstiene porque le repugna en la sensibilidad ese tipo de ser humano: la simple visión, aún sin razonar, le provoca un cierto malestar. Lo mismo que nos pasaría al ver a unos individuos pegar a un abuelo: no hace falta invocar a la razón si uno está bien formado. Algo así, pero sin razonarlo bien, defendía David Hume
No quiero acabar sin la cita:
La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal 84,3)
El Catecismo, otra vez: punto 1770

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