Black Friday (cuento corto)

    —Todo sucedió de modo inesperado, señor agente —comencé a decirle. No parecían convencerle mis palabras, aunque yo las dije desde lo más hondo de mi desesperación. Al ver que ni pestañeaba, seguí—. Un click aquí, otro ahí, otro más porque es un 3 por 1, y uno más porque para mi sobrino preferido, y para cuando los Reyes, y aquí un detalle para la vecina gruñona, que siempre está de mal humor y pierde a su gato cada dos por tres, y un poco de ropa para la temporada de esquí, y un vale para ver la nueva serie de Judas Walsh, y...
    —¡Ya, ya...! ¡Ya me hago cargo, señora!
    Las interrupciones bruscas son interrupciones bruscas, por mucho que uno lo intente disimular. Los bigotes autoritarios de aquel policía me llevaban asustando un rato... desde que entré en la comisaría, pero lo de la voz fue el no va más: atronadora, cortante, hasta sucia. Digo yo ahora, que lo estoy recordando, que, para sus adentros, me llamaría de imbécil para arriba... Pero yo me quedé sin palabras. Helada. Miraba, casi empezando a llorar, al suelo de la comisaría. Recuerdo un ticket con el 72. Supongo que para el orden de... ¡qué más da!
    Luego, como para arreglarlo, el uniformado polifemo de bigotes asquerosos y voz de trueno, preguntó: 
    —¿Qué especie... cómo se llama el gato de su vecina? —y unas palabras musitadas, que no comprendí. 
Confieso que me pilló en fuera de juego y no supe cómo se llamaba el minino. Pero me lo inventé. 
    —Pololo —dije, con un hilo de voz. 
    —¿Seguro? —gruñó, mirándome por segunda vez. Ya no apuntaba nada ni jugaba con el bolígrafo 
    —Pololo, sí.
    —¿Pololo? —preguntó. Y lo hizo con tanta seguridad en su cara, que pensé que había descubierto mi mentira. 
    —Bueno, ya sabe usted que las abuelas son cariñosas con sus gatos. También le llama "minino", "cuchi-cuchi" y cosas así...
    —No, no, no... —dijo, más con la manos que con la voz.
    —A ver. Diría que es Pololo... casi al cien por cien.
    —Genial. Puede irse.
    Aquel prodigio de la naturaleza con bigote avasallador y negra voz se levantó de golpe y se dirigió a un despacho posterior. Iba a preguntarle si debía firmar algo más pero decidí no hacerle porque, aunque salió deprisa, como impulsado por su mal humor, logré oír con bastante nitidez un murmullo desolador: "¡si es que hay que joderse: le compro un puto gato y lo pierde!"


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