No le llames "el móvil" o "estar con el móvil"

 

"Ya estoy hasta las narices del móvil", me dijo —con otras referencias a la anatomía humana— un chavalote hace un tiempo. Todavía más madres y padres me lo han dicho, cada cual a su modo: "su problema es el móvil". 
Pero la verdad es que no es el móvil, el problema. Hay varios. 
El más importante, es uno mismo: él no sabe usarlo. No abundaremos en ello ahora, pero se muestra como error grave: no definir bien el objetivo de mejora hace que demos muchos pasos en falso. (Doy por sentado, en este momento, que puede hacerse uno mejor a sí mismo con ese aparato: se pueden hacer cosas buenas).
Otro problema es hablamos en general del móvil y, con esa torpeza inadvertida, no acabamos de concretar el problema real. Generalizar es un problema añadido. Solución: no le llames más "el móvil" o "estás siempre con el móvil". ¿Qué hacer, entonces? Saber qué pasa realmente. Y llamarlo por su nombre. Y actuar en consecuencia.

Los ejemplos funcionan, como se verá. 
Si un chico se comiera un donut —algo así de visible— cada vez que entra en Tik-Tok o en Instagram, todo el mundo vería su grave problema de adicción a los donuts. A nadie le daría igual. Iría donde toca para arreglar su enfermedad.
Si cada vez que un chico ve según qué fotos o vídeos de chicas tuviera que tener entre sus manos una revista física o un álbum de fotos, probablemente dejaría de hacerlo. Y, de seguir con ello, sería señalado como pervertido o lascivo. 
Si cada vez que un chico juega (a lo que juegue: van cambiando) sacara de su mochila una PlayStation (o lo que sea) y jugara, pronto le llevaríamos al psicólogo de adicciones. Eso, por otra parte, es lo que acaba por hacerse con los que lo hacen con el móvil.

En otras palabras: si se viera claramente lo que está haciendo (y cómo se deshace a sí mismo) esa persona en ese momento y con tanta repetición y asiduidad, otro gallo nos cantaría. 
"El móvil" se llama así porque es el teléfono que se puede mover: el otro era fijo. Pero ahora —hace años ya— no son móviles: son cámaras de fotos, y ludotecas, y discotecas, y álbumes de pornografía. 
Cambiaríamos, si llamáramos a las cosas por su nombre. Y dejaríamos de tratarnos con tanta irresponsabilidad. Las cosas, por su nombre, que si no es luchar contra sombras. Así, no es cierto que "mi hijo está todo el día con el móvil". Está todo el día con el juego. O con otras cosas. Y el problema es que no es bueno eso con lo que está, ni que esté con ello tanto rato: ¿qué echa en falta?

Afinar en el objetivo ayuda siempre a acertar.  

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