¿Qué buscamos siempre, aun sin especial atención, en todo lo que hacemos? Lo bueno, lo limpio, lo que trae paz a la conciencia y felicidad al alma.
¿Que no nos faltan las equivocaciones? Sí; pero precisamente, reconocer esos errores, es descubrir con mayor claridad que nuestra meta es ésa: una felicidad no pasajera, sino honda, serena, humana y sobrenatural.
Si dijera que, al leer el azucarado mensaje (en los dos sentidos) del sobre, pensé en lo que he escrito arriba, mentiría. Y lo mismo pasaría si afirmara que el texto de arriba es mío, o que es así como lo he transcrito, ni siquiera.
Pero ahora lo vamos a arreglar. Ahí va, sin cortes, y entero:
¿Qué buscamos siempre, aun sin especial atención, en todo lo que hacemos? Cuando nos mueve el amor de Dios y trabajamos con rectitud de intención, buscamos lo bueno, lo limpio, lo que trae paz a la conciencia y felicidad al alma. ¿Que no nos faltan las equivocaciones? Sí; pero precisamente, reconocer esos errores, es descubrir con mayor claridad que nuestra meta es ésa: una felicidad no pasajera, sino honda, serena, humana y sobrenatural.Es una cita de una preciosa homilía —"Madre de Dios, madre nuestra"— de san Josemaría recogida en su libro Amigos de Dios.
Se comprende que, en el fondo, lo que había quitado (buscando el efecto al añadirlo después), es prescindible, aunque no para un católico.
En el proceso de escribir estaba cuando cayó en mis manos una Biblia para niños. Solo abrirlo, el Génesis: la explicación —no biológica o científica, sino más profunda todavía, más verdadera— de cómo se hizo todo. Me moría de curiosidad. Y ahí va lo que leí:
Al principio no había nada, y estaba Dios. Y Dios empezó a crear todas las cosas por amor.
Maravilloso. Lo esencial, bien dicho, que es como hay que contar las cosas a los niños: no había nada, sólo Dios. Y creó por amor. Un buen resumen de lo que dice el Génesis "para adultos":
1 Al principio Dios creó el cielo y la tierra. 2 La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. 3 Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. 4 Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas;
Y así sigue: creando todas cosas y repitiendo una y otra vez "y vio Dios que era bueno". Es decir haciendo cosas buenas de la nada. Solo alguien bueno puede hacer cosas buenas. Y hacer cosas buenas a los otros, ¿no es lo propio del amor?
Volvamos ahora al sobre de azúcar de principio.
Hacer las cosas con amor. Vale, pero ¿cómo se hacen las cosas con amor?
Respuesta: como las hizo Dios, por atrevido que parezca decirlo así. Es decir: con benevolencia, queriendo el bien. Eso es lo principal de amor: el querer el bien para el otro. Después, la cosa se complicará y habrá que saber hacer bien las cosas buenas que uno quiere.
Por eso hay algunas consecuencias.
Por ejemplo, habrá que tener una cierta técnica, por ejemplo, al hacer un pastel, para que salga bueno. Aunque, como sabemos, lo más importante (y no lo único) sea la voluntad de hacer algo bueno, de querer el bien para el otro.
Y, además, al hacer el bien a otro, habrá que tener en cuenta a quién se hace el bien, más que solo a uno mismo haciendo ese bien. Si quiero decirle algo cariñoso a alguien —cosa buena, en principio—, tendré que tener en cuenta la situación vital, amplia, de la persona a la que quiero decírsela: no vaya a ser que quizás no convenga en aquel momento preciso; o que no sea la manera, la que yo había pensado.
Solo queda añadir que los churros con chocolate estaban bien buenos, aunque algo fríos.
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